Reseña
de libro “La literatura japonesa”
La literatura japonesa; autor, Antonio Cabezas;
Ediciones Hiperión, 1990, 246 paginas
La literatura del país del sol naciente es una de las
más ricas del mundo. A diferencia de otras literaturas, el acercamiento a esta
es relativamente reciente en Occidente, pero aún más en el mundo hispánico,
donde a diferencia del mundo anglosajón, no se ha logrado constituir una
verdadera corriente académica japonista.
Ni que decir sobre los estudios acerca de la historia
de esta literatura; fuera de artículos, sólo contamos con dos libros que buscan
sumergirse en la historia literaria japonesa: el Haiku japonés (Historia y
traducción) de Fernando Rodríguez Izquierdo y la Historia de la literatura
japonesa de Antonio Cabezas García.
Este último es el que me propongo reseñar.
¿Quien fue Antonio Cabezas? Fue un religioso jesuita
español que pidió ser transferido a Japón.
Al vivir ahí, primero enseñó a los soldados estadounidenses de ocupación (la
segunda guerra mundial había terminado hacia poco) español. Con el tiempo, se
enamoraría tanto de la cultura nipona que decidió aprender el japonés. Después,
abandonó los hábitos religiosos, se casaría y tendría hijos en el archipiélago
japonés; sería cinta negra en karate y catedrático en la Universidad de Tokio.
El interés por la cultura japonesa lo llevaría a
realizar diversas traducciones de obras japonesas clásicas y modernas. Algunas
de sus traducciones fueron las primeras hechas directamente del japonés.
Después de dos décadas de traducciones, y aun viviendo
en Japón (residió en aquel país 30 años) publicó en España su monografía acerca
de la literatura japonesa.
En 242 paginas (un libro pequeño para tema tan amplio)
Cabezas buscó relatar de forma somera la historia de la literatura japonesa a
través de algunas de las obras clave de la misma (Manyoshu, Ise Monogatari,
Genji Monogatari) o de algunos de sus autores mas renombrados (Chikamatsu,
Takuboku, Míshima) o de algunos géneros en especial (haikú, teatro Noh).
Como Cabezas mismo había traducido algunas de las
obras que reseñaba, aprovecha para hacer comentarios sobre su criterio de
traducción, para defender su trabajo frente a sus detractores y para justificar
sus decisiones.
Las respuestas de Cabezas a sus detractores son a
menudo algo virulentas:
De
Pablo del Barco me he acordado por que su solución a los problemas de la
literatura japonesa me hizo gracia: reunid, señores, un grupo de universitarios
japoneses en Lugo, Bilbao, Cáceres o Castellón; siéntense todos sobre tatamis,
que pueden pedir prestados a la escuela de judo más próxima: háganse de una
edición bilingüe, el texto original y una versión inglesa, que puede ser (como
la que recomendaba Pablo del Barco para Takuboku) una que traduzca las tankas
como cuartetas con rima en consonante; echen alguna maldición previa contra el
maldito celtíbero que se atrevió a trasladar la inefable delicadeza oriental a
un castellano de carreteros (o de gitanos, que es peor), y ya está: Takuboku se
personará en medio del aquelarre.
Y en las dos paginas siguientes, Cabezas se ocuparía
de contestar a todas y cada una de las objeciones planteadas por los críticos
de aquél momento; después del desahogo, empieza a hablar propiamente de
Takuboku y de su obra.
Takuboku (pseudónimo de Ishikawa Shin-Ichi) es
considerado el padre de la poesía moderna japonesa. Contra la creencia común en
occidente, poesía japonesa no es sinónimo de haikú. La forma poética por
excelencia de Japón es el tanka.
Este poema consiste en una estrofa de cinco versos con
5-7-5-7-7 moras (de manera aproximada se habla de sílabas) que se canta con
acompañamiento de flauta o a capella.
Un
puñado de arena es el primer
libro de tankas de Takuboku, y sería la primera traducción de Cabezas al
español.
Montañas del pueblo,
que yo contemplaba
sin decir nada.
Montañas del pueblo,
las gracias les daba.
Sin embargo, estamos hablando de principios del siglo
XX. La literatura japonesa se inauguró con el Manyoshu, la primera antología
lírica de Japón.
El autor empieza su capitulo sobre esta magna obra con
un aserto que busca crear intriga en el lector:
Hoy
por hoy, el Manyoshu es más asequible a los españoles que a los japoneses.
A partir de aquí, Cabezas empieza con su explicación:
la antología había sido completada en el año 760 de nuestra era y la lengua
japonesa de la época había cambiado tanto como el latín macarrónico del español
usado por Gabriel García Márquez.
Además de que el sistema de transcripción usado en la
época (los kana aun no existían) con los ideogramas chinos, convirtió al
Manyoshu en un quebradero de cabeza para generaciones de filólogos japoneses.
Para la lectura de esta antología (y esto ya lo digo yo) se requiere de una
versión en japonés moderno.
Las razones lingüísticas no son las únicas: las
psicológicas son las mas importantes. El japonés de la era del Manyoshu era
espontaneo, lloraba por amor… la férrea disciplina impuesta por los sucesivos
shógunes durante siglos, harían del japonés un individuo ordenado, reservado
para sus sentimientos, mas preocupado por la colectividad. Sin embargo, el
japonés del siglo VI, por medio del tanka se expresaba así:
Me valdría más
evaporarme
como el rocío
de las
lespedezas,
que
penar por amarte
....
Dirán que son
largas
las noches de
otoño.
Cuando se
suelta
un amor
hambriento,
¡bien
cortas que son!
....
Yo, que no
quería
dormir
en sus brazos
algunas
noches...
No
pensé que habría
de
quererte tanto.
....
Si, de verte en sueños,
ya no cabe más
lo que te quiero,
¿que
será si logro
verte
de verdad?
....
Dicen que el querer
se mitiga siempre
con la presencia.
Después
del encuentro,
lo
que hace es crecer.
...
Una
buena parte de estos poemas fueron escritos por gente común y corriente, aunque
hubo dos grandes poetas profesionales: Hitomaro no Kakinomoto (considerado el
patriarca de la poesía japonesa) y Akahito no Yamabe. Aquí un poema de este último, cuyos tankas paisajisticos son considerados insuperables por Cabezas:
Al pasar miré
la playa de Tago:
puro blancor,
el pico del Fuji
estaba nevado.
Una
de las reflexiones más interesantes es la comparación que hace Cabezas con la
lírica popular andaluza y las declara como hermanas. Ambas son líricas
espontáneas, sin influencias cultas ni literarias e incluso se interpretan de
una forma muy similar…
Pasemos
al género poético japonés más conocido en Occidente: el haikú.
Según
Cabezas, los críticos y analistas han complicado el entendimiento del haikú en
su afán de explicarlo. Y pasa a desmontar algunos mitos: la métrica del haikú
no es rígida (el mismo Bashó se apartó varias veces del patrón métrico), entro
otros. También nos cuenta como surgió el haikú del renga.
Para
rematar, ponía un haikú como ejemplo y varias traducciones para comparar,
incluida la suya.
El
recorrido histórico de Cabezas llega hasta el momento en que el termina de
escribir (1988)
Al
final de cada capitulo, el autor pone las traducciones que en ese momento
estaban disponibles para los lectores.
Hoy,
a casi 30 años, el abanico de opciones no ha parado de crecer.
Y
releer su monografía es una excelente introducción a la historia de la
literatura japonesa.
Manioshu, Un puñado de arena, Cantares de Ise, Jaikus
inmortales, Sendas hacia tierras
ondas, son algunas de las obras traducidas por Antonio Cabezas.
Termino
esta reseña invitando a leer todo su trabajo.
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